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lunes, 9 de noviembre de 2009


Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores
cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y zarparon en dirección
al mar abierto.

Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos
-que jamás había visto el mar, y había pasado la mayor parte de su vida
en las montañas - comenzó a tener un ataque de pánico: sentado en la
bodega de la nave lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos
procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero
aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón.

El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y
cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la
tripulación.

Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del
hombre.
El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de
sus ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó: Si Su Alteza me
da permiso, yo conseguiré calmarlo.

Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no solo se permitía,
sino que sería recompensado si consiguiera solucionar el problema.

El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento,
contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de
tripulantes agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.

El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió
a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo
consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo alzasen
nuevamente hasta la cubierta del barco.

A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier
queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a
comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello
como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje - que antes era
un tormento para todos los que se encontraban en el barco - se transformó
en una experiencia de armonía y tranquilidad.

Poco antes de regresar al puerto, el Sultán fue a buscar al ministro:
¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se
calmaría?

Por causa de mi matrimonio - respondió el ministro. Yo vivía
aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella.
Solo regresó después de que le prometí que jamás volvería a atormentarla con mis miedos. De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Después que conoció eso, entendió perfectamente lo
maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

Sabia actitud - comentó el sultán.
Autor: desconocido.

Mar te dice al oído:
A veces tememos a cosa que ni siquiera nos enfrentamos,
la incerditumbre a que pasará...hace que el miedo se
apodere de nosotros si ni tan siquiera plantarle cara.
Nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde,
y a veces nuestro miedo hace que no luchemos,
y...lo perdamos.

9 comentarios:

Nacho dijo...

Este es bueno. Felicidades.

Corpi dijo...

El miedo nos lo creamos nosotros mismos. Escuchamos sonidos que nunca se producen y vemos cosas que no existen. El miedo es un perfecto creador de efectos especiales en nuestro cerebro.
Un beso.

Anónimo dijo...

Tu reflexion es muy real, me ha gustado el texto y la posibilidad de replantearme mis respuestas ante el miedo

Un beso

Paquita Pedros dijo...

Hola cielo como siempre un precioso y interesante texto
un beso

tetealca dijo...

El miedo nos tiraniza hasta que somos capaces de enfrentarnos a él, entonces desaparece.
Un abrazo.

Cemanaca dijo...

Hola mi niña.
Saludarte y desearte buen finde.
Por estos días ando muy corto de tiempo y muy happy-happy-happy.
Ya comentaré como se debe y como te lo mereces.
Saludos conversos.

Anónimo dijo...

hola mar es cierto que aveces el miedo no te deja ver mas de dos palmos de tus narizes pero tambien es cierto que sin una buena razon el sentimiento lucha contra la razontodos somos humanos y por mucho que digamos lo contrario aveces nos equivocamos.saludos de adenita.

Verónica dijo...

Coincido con tu forma de pensar, pero recuerda admitir que uno posee miedo por perder a alguien, es de valientes, porque admites que esa persona es tu vida...

besotes de esta peke.

pd. te espero por mi rincon con tu taza de cafe caliente, siempre que quieras...

Elvira Carvalho dijo...

Quase sem tempo para os blogues, nã me esqueço contudo dos amigos. Espero que esteja tudo bem.
Um abraço e uma boa semana

 
Abril 2008 | Diseñado por anita